Ustedes perdonen, pero esa es mi impresión. Comienza la Copa y, sobre el papel, no es merecedor de tal condición, puesto que no ejerce la superioridad necesaria para serlo. Ha perdido cinco encuentros en cada competición y no es líder ni en la nacional ni en la europea. Además, en los partidos recientes, ha dado muestras de una debilidad desconocida hasta ahora: perder enfrentamientos en los últimos suspiros. Tengo que añadir, sin embargo, que hace doce meses era el candidato señalado y perdió el trofeo contra el Barcelona. Quién sabe si esta temporada, sin llegar como el mejor equipo de forma indubitada consiga alzar el trofeo.
Para que no se asusten los madridistas matizo mi opinión. No es el favorito, pero es uno de ellos. Uno de los dos, para ser más exactos. Aunque la distancia con el resto de los equipos no es estratosférica, blancos y azulgrana son los llamados a jugar la final. A diferencia de otras ocasiones, algunos de los aspirantes tradicionales, como el Unicaja y el Valencia, han llegado a la Copa con menos potencial que otros años. Es más, los verdes, que jugaron ayer de blanco, naufragaron ante un excelente Iberostar Tenerife comandado por Javier Beirán (el hijo del gran ex tirador madridista), dominador absoluto del enfrentamiento. Javier llevó el ritmo, anotó y encarnó el alma de un grupo que se rebeló de forma contundente contra su condición de víctimas. En cuanto al conjunto taronja, jugó ayer con empeño e inteligencia durante 36 minutos, por encima de lo esperado. En los últimos cuatro, el Barça aplicó la ley del baloncesto moderno, si no te gano por lo civil, acudo a lo criminal. Si el juego no me basta, me alío con la dureza, hasta que los árbitros lo permitan. Una defensa con contactos constantes, agarrones en algún caso, para impedir que el rival pueda moverse con comodidad. (Confieso que me gusta poco esta tendencia, más ligada con lo estrictamente físico que con el talento baloncestístico, y en la que el arbitraje desempeña un papel protagonista. Comulgo tan poco con esta ley que el día menos pensado la impugno). Por fin, el Baskonia, un club muy copero, un conjunto coriáceo y con mentalidad de campeón, tendrá que acusar las bajas de Shengelia, su mejor jugador de los cursos pasados, y de Jayson Granger, una pieza que le da respiro en el perímetro y ya baqueteada en los grandes compromisos.
No resulta fácil hacer pronósticos en el baloncesto de estos tiempos. Conscientes de que la reputación se cocina a partir de marzo, los equipos transitan por la temporada sesteando y acelerando en virtud de los momentos y las necesidades. Así, resulta complicado averiguar el estado real y la solidez de los equipos, pues un día se muestran imbatibles y al siguiente dejan entrever flaquezas inesperadas. En este estado de cosas resulta aún más difícil pronosticar una competición colocada lejos del meollo del curso, y para la que los equipos intentan obtener un pico de forma excepcional, sin que siempre sean capaces de conseguirlo. Por supuesto que el Madrid es un equipo en el que se puede confiar porque está muy acostumbrado a estos vaivenes, pero, ¿qué pasará con los demás? ¿Ofrecerá el Barcelona su mejor cara? Aunque no lo hizo en el primer envite, me da la impresión de que sí, ya que, por añadidura, Pesic se mueve como pez en el agua en estas ocasiones.
Mis dudas sobre el Madrid, además, provienen de un par de certezas que llevan nombre propio: Llull y Thompkins. El base menorquín no termina de recuperar el nivel físico que le llevó a ser el mejor base de Europa. Un golpe en la rodilla hace unas semanas le alejó de las canchas hasta el día en el que escribo estas líneas, a pesar de que las noticias que se dieron entonces quitaban importancia a la lesión. No se entrenó el miércoles y, ante la alarma de los aficionados, Laso declaró ayer fatídicamente que “no puedo asegurar que Sergio Llull juegue la Copa”. La ausencia del timón y el espíritu del Madrid es lamentable para su equipo, tanto por lo que aporta como por lo que significa. Y aún más, la productividad del conjunto madridista queda supeditada a la de Campazzo, lo que supone un riesgo enorme. Un mal día, una torcedura de tobillo o cualquier otro contratiempo, dejarían sin director de juego a los blancos, y, por tanto, con escasas opciones. Además, la Copa es una competición que se juega sin descanso, tres partidos en tres días, lo que podría resultar un esfuerzo excesivo para el argentino.
Por su parte, Thompkins es el hombre más completo de la línea interior. Fino estilista, es capaz de jugar al poste bajo y lanzar de tres puntos, sin olvidar que un palmeo suyo fue providencial para la consecución de la última Euroliga. En resumen, su presencia es un lubricante de lujo para la ofensiva madridista y un desatascador poderoso de las situaciones estancadas. Su ausencia disminuye la fluidez y el número de variantes que Laso puede poner en práctica; un contratiempo superable, pero molesto.
Por fortuna, el estado de forma de Campazzo es sublime, al tiempo que Randolph acerca su rendimiento a las posibilidades de su enorme talento y un físico casi perfecto para el baloncesto. También Rudy, que participa menos minutos que antaño, nos ofrece recitales con frecuencia y es un seguro para las citas decisivas. El resto de la plantilla está a buen nivel, lo que es decir mucho cuando hablamos de Tavares, Felipe Reyes, Carroll y Casseur, por lo que no hay motivos para ser pesimista, sino para confiar en la calidad y competitividad de los jugadores. Quizá el Madrid no sea el favorito, pero seguro que no hay ningún equipo mejor que el Madrid en esta Copa.