Los aficionados casi comenzamos a sentirlo, pero seguro que los equipos de nuestro corazón están ya viviendo la tensa espera que precede al asalto de la Copa de Europa. Unas semanas en las que los días no pasan y la cabeza está tan pendiente del futuro como ausente de una actualidad que solo tiene sentido como tránsito al momento esperado. Por muy importante que sean los demás torneos, la cima que tienen que escalar nuestros jugadores es la Copa de Europa. Así es desde que nacieron. Y así será hasta que el Real Madrid exista.
Por algo el club estuvo muy presente en la fecundación de ambos torneos. Bernabéu -el único sabio que ha conocido Paul Breitner-, adivinaba el futuro en los años 40 y 50 con una clarividencia que para sí hubiera deseado Robert Zemeckis, director y guionista de Regreso al Futuro. Con la particularidad, por ende, que lo anticipación de Don Santiago se convirtió en Historia. Cuando el club estaba más cerca de la desaparición que de acercarse a ganar un trofeo amistoso, imaginó el estadio que hoy lleva su nombre como rampa de lanzamiento de la entidad. Y años más tarde, ya en ciernes el equipo que dominaría el fútbol, fue una de las lúcidas mentes que escribió la obra en la que un día desplegaron su inmenso talento Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento: la Copa de Europa.
Tampoco se quedó manco en baloncesto. El delfín de Don Santiago, Raimundo Saporta -el único hombre sabio que he conocido-, replicó el modelo en el deporte de la canasta, con las enormes dificultades que suponían entonces el hecho de que los equipos más potentes del continente vivieran al este del telón de acero. La consolidación del torneo, con el Madrid como primer dominador occidental de la competición, fue decisiva para la propagación del baloncesto en Europa, un juego que hoy en día cuenta con una enorme popularidad en todo el mundo. Es la consecuencia de unir a dos sabios en un solo proyecto, la construcción del club más laureado. En este sentido, creo que la enorme contribución de la Junta Directiva de Bernabéu a la difusión y consolidación de un deporte que es hoy universal ha sido infravalorada por los biógrafos del presidente.
Por supuesto que, como toda entidad de origen humano, el Madrid ha sufrido altibajos desde que se creó, incluyendo periodos de decepciones casi continuas. Sin embargo, los acontecimientos de los últimos años están muy cerca de las mejores temporadas del club. Algo ha ocurrido en esta década que falta por concluir para que la normalidad sea que nos plantemos en las semifinales de ambos torneos, la Champions y la Euroleague.
Y girando el foco hasta esta última, el Madrid se ha clasificado para la Fase Final en un ejercicio de superación pocas veces visto. Tanto es así, que ha sido alabado con frecuencia por los entrenadores rivales tras reflexionar que, si construir solo un proyecto es problemático, levantar tres diferentes en un mismo curso es una tarea de titanes. Pablo Laso lo ha conseguido con el inestimable apoyo de sus técnicos, de los jugadores y de la cabeza en la sombra, Juan Carlos Sánchez, de quien se habla poco para la importancia que tiene. Tampoco es malo que sea así, puesto que quienes tienen que aparecer en escena son los artistas, mientras que los que imaginan trabajan mejor entre cajas.
El equipo está teniendo unas semanas de tranquilidad que le están viniendo como un baño a un peregrino, para restañar las heridas y reparar el cansancio. Además, tienen tiempo para entrenar afinando su forma y sin perder el contacto con la competición, ese que te llena de confianza, pues sigues repitiendo los ensayos en escenarios reales y delante del público. Si el equipo no llega en su mejor momento no será porque las circunstancias, en contra de lo sucedido durante todo el año, se hayan torcido en los últimos tiempos. Mi pronóstico: jugaremos la final contra el Fenerbahce.
Casi podría contar lo mismo del equipo de fútbol, para el que lo sucedido en tierras del fiero Suárez solo ha de significar una pequeña escaramuza que ha desvelado, una vez más, un sistema de difícil digestión para el sentido común. La diferencia de este equipo con el resto en la competición nacional y lo que ocurre en la internacional es sintomática a tenor de cualquier fría estadística. Por lo demás, ha sido una excelente piedra de toque para mantener vivo el nervio competitivo -igual que los cuartos de la Euroliga contra el Panathinaikos- que los protagonistas necesitan para llegar en óptimas condiciones a la cita más importante del año en el mundo del balompié. Perdón, a la segunda, que este verano hay Mundial.