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Alberto Abalde, calidad y coraje para la línea exterior


No importan los borrones o las victorias, el Madrid de Juan Carlos Sánchez y Pablo Laso continúa con su labor infatigable de construir el mejor equipo posible. Siempre con el foco puesto en la incertidumbre del futuro más que en los éxitos del pasado, la búsqueda incesante continúa siendo una de las señas de identidad de un equipo al que el maldito coronavirus rompió el ritmo y le desvió del rumbo de la victoria.

Sin embargo, y a pesar del excelente rendimiento de la plantilla previo a la pandemia, la dirección técnica continuaba su trabajo, por lo que el nombre de Alberto Abalde figuraba en la agenda de futuribles del club desde hacía tiempo. Constantemente a la caza de talentos nacionales, el gallego es uno de los más descollantes, sobre todo después de una temporada en el Valencia en el que ha rendido a gran nivel en la Euroliga.

 

 

Barrunto que este desempeño atrevido y atlético en la máxima disputa continental terminó por decidir la contratación de este jugador exterior que nutrirá al Madrid con su buena defensa y su notable capacidad reboteadora. Una pieza que contribuirá a mantener el elevado tono físico del juego de Laso y, que, además, es un certero lanzador, aunque todavía le quedan un par de dientes para afinar su objetivo del todo.

En suma, un fichaje más que notable, que quizás nunca sea una gran estrella, pero que puede convertirse en un brillante jugador de equipo, de esos imprescindibles que permanecen en la sombra del aficionado y que aprecian compañeros y entrenadores, y que, de tanto en cuanto, saltan a la portada de los medios por interpretar la intervención decisiva en la consecución de un título.

De casta le bien al galgo, pues su padre, también Alberto, fue notable jugador de la liga ACB en el OAR de Ferrol, amén de un tipo estupendo con el que siempre merece la pena gastar una conversación de nuestro cupo de la vida. Asimismo, su hermana Tamara es internacional absoluta, y una persona amable y educada a la que tuve la suerte de entrenar en alguna ocasión.

No es de extrañar que Alberto, el benjamín, venga a resultar el mejor de la estirpe, pues cualidades le sobran en la misma cantidad que ambición y trabajo llevan desplegando durante años. Es de esos jugadores que lucen en la mirada el destino que buscan: la selección absoluta y los grandes equipos. No ha podido tener mejor fruto su esfuerzo, ya que ha venido a recalar en el más grande que existe en el baloncesto FIBA.

Vaya desde aquí mi enhorabuena al jugador y a la familia, que, con frecuencia, sufre más que el que se encuentra en activo. Y, por supuesto, mis más fervientes deseos de buena fortuna para Alberto, por los lazos ya expuestos, y porque su determinación y su trabajo merecen la recompensa buscada.