Mariano Jaquotot fue un excelente directivo del Real Madrid que se ganó el corazón de todos los baloncestistas del club que tuvimos la fortuna de conocerlo. Hoy se cumplen 25 años de su fallecimiento, y con este motivo he charlado con diferentes personas, en busca de compartir las remembranzas invariablemente positivas que su recuerdo nos suscita, entre ellos mis excompañeros Juan Antonio Corbalán y Fernando Romay, además de José Manuel Jaquotot, hermano del dirigente a quien hoy homenajeamos.
Precoz empresario, madridista de infancia aunque de familia atlética, se vinculó desde muy joven con Ramón Mendoza, de quien llegaría a ser segundo y primer vicepresidente pero de cuya candidatura ya formó parte en la primera elección que Mendoza perdió contra Luis de Carlos. Recibió el encargo de llevar a buen puerto la sección de la canasta en momentos convulsos, pues su llegada coincidió con la recta final en el club de jugadores emblemáticos, como el propio Corbalán e Iturriaga. Fue vicepresidente entre 1988 y 1994, cuando un fulminante cáncer nos privó de su brillantez y humanidad.
Su primer encuentro con el equipo fue un tanto accidentado. El día planeado para su presentación a la plantilla, el Madrid perdió un partido contra el Ford de Cantú de forma inesperada. Cuando Mariano entró en el vestuario de la mano de Lolo Sainz se encontró con juramentos, zapatillas lanzadas con furia contra la pared y vendajes fuera de su piel aplastados contra el suelo. A aquel equipo no le gustaba perder y cada vez que sucedía lo exteriorizaba de forma furibunda. El acto se suspendió sobre la marcha con el dirigente sorprendido por una exhibición de frustración tan expresa. No obstante, y a pesar de ser un desconocedor del baloncesto, entendió que en aquel vestuario latía madridismo esencial, de manera que se integró de forma tan rápida como se forjó su compromiso para guiar a la sección al mejor puerto posible.
Su misión de construir un Madrid nuevo con una sección autónoma con él como director -más o menos lo que sucedió en tiempos de Raimundo Saporta- se vio obstruida por el fallecimiento de Fernando Martín. A pesar del dolor y de los problemas financieros del club, que alentaron las nefastas y enigmáticas voces en la directiva que pedían una disolución de la sección, Jaquotot se afanó en la tarea con constancia y brillantez. Como me recuerda Corbalán, es justo que se le atribuya el éxito de la Copa de Europa del 95, que desgraciadamente no llegó a ver debido a su prematuro fallecimiento, pues fueron sus decisiones las que marcaron el futuro del club en esos años. En el gran palmarés logrado por la sección durante su ejecutoria hay que contar también con 3 Ligas, 3 Copas, 1 Copa Korac y 2 Recopas.
Mariano Jaquotot murió muy joven, cuando su aún corta carrera madridista prometía un futuro extraordinario como directivo. Algunas de las figuras más señaladas de los años 90 (Corbalán, Romay, los hermanos Martín, Iturriaga y este humilde cronista) mantuvimos una relación de amistad o muy cercana a ella con quien fue nuestro superior jerárquico: un madridista profundo, trabajador, sincero, alegre, educado y justo, que siempre supo tratarnos de la forma más correcta para nosotros y más provechosa para el club. Con un poco más del tiempo que la vida no le otorgó habría cumplido muchos de los sueños que sólo alcanzó a proyectar: un Madrid hegemónico construido a su medida. Estuvo muy cerca de hacerlo, pero la desdicha se cruzó en su camino. Aún hoy, recordamos su figura con el enorme respeto que nos merece quien dio todo para que fuéramos mejores.
Su hermano José Manuel, fervoroso atlético que incluso formó parte de una candidatura que se enfrentó a la de Jesús Gil, recuerda la discrepancia deportiva de la infancia. «Mariano era el único madridista en una familia eminentemente atlética. Eso no implica, a pesar de que hablábamos de fútbol todo el tiempo, que discutiéramos jamás con ese motivo. Jamás lo hicimos. Ya de adultos, en el año 87, con ocasión de un derbi que merengues y colchoneros empatarían a uno, nos pidieron en El País que escribiéramos una especie de doble columna enfrentando nuestras preferencias deportivas. Fue lo más cercano a una lucha fratricida que nunca tuvimos».
«Hoy, al mirar de reojo a mis hijos, advierto que, afortunada y libremente, son seguidores de Real Madrid. (…) No hay peligro, han pasado treinta años y el esplendor sigue». Imposible no emocionarse hoy con el último párrafo de esta doble joya.
José Manuel confirma que Mariano no era ducho en baloncesto cuando tomó las riendas de la sección. «Pero enano (él me llamaba siempre enano al ser yo su hermano pequeño), es que ahí es donde voy a poder hacer algo». Tenía razón: a Mendoza no le interesaba el baloncesto, por lo que Mariano disfrutó de la autonomía que preveía, lo que le permitió hacer grandes cosas. «Enseguida se enganchó también al baloncesto, si bien nunca dejó de ser un futbolero empedernido». Llegó también a presidir la ACB.
José Manuel aporta un documento que viene a probar lo ya apuntado por Corbalán: la gratitud de la plantilla del equipo tras el logro de la Octava Copa de Europa de la sección (1995), que Mariano no puedo llegar a atestiguar por dejar este mundo pocos meses antes de su consecución. «Todos los jugadores de la plantilla, así como Obradovic, firmaron una foto de Mariano en señal de gratitud por su labor, crucial para el logro de ese título. Conservo la foto, por supuesto. Es el único recuerdo madridista que tiene cabida en casa de un colchonero irredento como yo», ríe el hermano.
«Mariano pasó por varias situaciones complicadas como vicepresidente del club», recuerda. «Una de ellas fue su viaje a una Yugoslavia en pleno conflicto bélico para cerrar el fichaje de Prosinecki. Mendoza le mandó a la guerra, literalmente, y lo cierto es que volvió con el objetivo cumplido, con independencia de cómo fuese después el rendimiento del centrocampista. Otro momento delicado fue cuando viajó a Estados Unidos para negociar el traspaso de Petrovic a la NBA, y sus tratos con David Stern».
Cuando falleció, no faltó quien señaló que nos hallábamos ante la pérdida del delfín de Mendoza. «No cabe duda de que le habría encantado presidir el club», refrenda José Manuel. «Supongo que los dos vicepresidentes de aquel momento (Sanz y Jaquotot) habrían tenido sus opciones. Mariano, desde luego, tenía argumentos a favor. Mariano y Lorenzo no podían ser más diferentes, pero creo que se llevaban bien. Con el tiempo, he tenido ocasión de tratar con Sanz que me ha manifestado su consideración por mi hermano. Lo cierto es que es prácticamente imposible encontrar a alguien que hable mal de él. La propia Peña El Ojo del Tigre le dedicó una canción. No es habitual que unos seguidores canten a un dirigente».
El desenlace del cáncer de Mariano fue por desgracia fulminante. «Él estaba siempre muy en forma. Quince días antes del diagnóstico, salió a correr con Corbalán y Del Corral (ya retirados) y les ganó un desafío. <<He ganado corriendo a dos leyendas del Madrid de baloncesto>>, comentaba orgulloso y bromeando, con el espíritu competitivo que le caracterizaba. Recuerdo perfectamente que estábamos viendo un Real Madrid-Real Sociedad y se quejó de que le dolía el abdomen. A partir de ahí no pudo hacerse nada. Fue cuestión de pocos meses», recuerda José Manuel emocionado.
Se truncó así la vida y la carrera de un directivo que tuvo tiempo de grandes logros, aunque impresiona pensar lo que habría podido conseguir si la fatalidad no se lo hubiera llevado tan increíblemente pronto.
Querido Mariano, siempre te recordaremos.