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El Real Madrid quiere la Liga


Será la séptima final consecutiva para el Madrid. El proyecto de Juan Carlos Sánchez y Pablo Laso avanza viento en popa impulsado por la fuerza de una Euroliga que en diciembre se antojaba imposible. A pesar de lo avanzado de la temporada el equipo continúa jugando a un nivel extraordinario, sin duda el mejor del continente en estos momentos. Solo un despiste monumental o una desgracia colectiva en forma de plaga de lesiones podrían impedir que el Madrid hiciese un doblete de muchos quilates con la Copa de Europa y la Liga. Sin duda, -y ahora que se habla tanto de ello-, las dos competiciones que más valor tienen en el panorama de los deportes de equipo. Y a mucha distancia de las demás.

Pero tampoco hay que vender la piel del oso antes de cazarlo. O como diría Chechu Biriukov, extraído de su catálogo de refranes rusos, “nunca digas ¡hop! antes de dar el salto”, un dicho muy popular en Moscú, sin duda proveniente de la gran tradición circense de la capital moscovita. El ritual del espectáculo marca que justo antes de comenzar la pirueta, para acompañar el esfuerzo del acróbata, es pertinente una expresión que sonaría algo así como ¡Ale!, al que se añade  el citado hop cuando el artista ha terminado el número. ¡Ale hop!

Volviendo de los cerros de Úbeda, en efecto, no hay que lanzar las campanas al vuelo porque enfrente estará el Baskonia, el rival más difícil que al Madrid le podía tocar en suerte. Desde que Pedro Martínez tomó las riendas de la plantilla, el rendimiento del grupo se ha disparado hasta convertirse en uno de los más temibles de Europa. Martínez es, sin duda, el mejor entrenador español del momento, al margen de Laso, claro está.

El vitoriano es un equipo potente con una plantilla compensada y de calidad que incluye dos jugadores extraordinarios como Beaubois y Shengelia. El primero es, tal vez, el jugador más imparable de Europa. Habilidoso y con una gran envergadura, es rápido y elástico como una pantera y frío como el hielo. Como diría mi señor padre, tiene una sangre fría que acatarra. Es el prototipo del jugador de baloncesto con clase, al que no puedes menos que admirar por su elegancia. Tiene, además, un característica curiosa: no cambia la cara en todo el partido. Ni contento, ni triste, salta a la cancha con una máscara impasible que no altera su seriedad así meta un triple desde el medio campo o le aticen un estacazo colosal. Su compañero Shengelia, por el contrario, es un tanque, un todoterreno que se mueve con rapidez para su tamaño, no exento de habilidades que le permiten superar con solvencia situaciones complicadas. De su versatilidad da prueba el hecho de que sea el segundo jugador más valorado de estas eliminatorias por el título, así como fue el quinto de la fase regular de la Euroliga.

Son las puntas de lanza de un equipo al que le gusta defender, jugar a la carrera y tirar triples. Un grupo atlético, acostumbrado a jugar duro y al que, quizá, le pese el cansancio conforme avance la eliminatoria. Por el contrario, jugarán con la relajación de haber cumplido sus objetivos y de que todo el mundo considera al Madrid el favorito de esta confrontación.

Y lo es, sin duda. Es un campeón de Europa sólido, curtido en los mil avatares de una temporada larguísima que ahora llega a su fin. Con todos los respetos para el Baskonia, que tiene un conjunto poderoso y batallador, cerrarla con broche de oro está en las manos de los jugadores blancos y, sobre todo, en su cabeza, que, en ocasiones los despista de sus quehaceres. Si se aplican como lo hicieron en la Fase Final de la Euroliga, el Baskonia podrá ganar, a los sumo, un partido. Sin duda alguna, el único equipo hoy en día que puede derrotar al Madrid es el propio Madrid.