El Barcelona fracasó en su primer gran envite de la temporada y mostró talento y lagunas a partes iguales. No veremos el clásico en la semifinal, puesto que el Valencia bordó el baloncesto durante treinta minutos en los que bailó a los azulgrana. Por su parte, el Madrid demostró su experiencia en la competición, contrariando la creencia de los técnicos de la ACB que apostaban por el eterno rival como ganador de la Copa del Rey. Ver para creer.
No termina de cuajarse este Barcelona, a pesar del extraordinario desembolso efectuado, o quizás por su causa. Se han reunido demasiados anotadores, jugadores que necesitan el balón para sentirse cómodos. Pero, de momento, el baloncesto se sigue jugando con un balón que, por cierto, casi siempre acaba en manos del mismo: un Mirotic que pierde en defensa casi todo lo que obtiene en ataque.
Porque ahí está otro de los problemas del Barça. Hay muchos jugadores capaces de ganar el partido por sí solos, aunque hay demasiados que nunca se han distinguido por defender. Para paliar esta carencia, Pesic juega a robar el balón con una presión muy fuerte en primera línea que, sin embargo, desguarnece la canasta que pretenden proteger. El Valencia se dedicó a perforarla sin piedad moviendo el balón desde fuera adentro y viceversa, la base del baloncesto desde tiempo inmemorial. Y cuando sus «bajitos» se lanzaron al contraataque sacaron los colores al balance defensivo azulgrana.
Con el Valencia desatado, el Barcelona se diluyó como un azucarillo en un café, mostrando la ligereza de un conjunto que carece de un liderazgo consistente. Demasiadas lagunas en un equipo que, hoy día y a pesar de lo que dicen sus puestos en las clasificaciones, está lejos de los mejores de Europa.
Por su parte, el Madrid comenzó al ralentí, con ese ritmo que hemos visto en muchas ocasiones, cuando sabe que tarde o temprano resolverá el partido. Sin embargo, el Bilbao Basket no es una presa dócil en esta temporada. Es uno de los equipos revelación de la Liga y tiene muchos jugadores adaptados al juego moderno. Saltarines, tiradores y armarios sabiamente entrenados por dos clásicos de nuestro baloncesto: Álex Mumbrú y Javi Salgado.
Quizás los blancos exageraron su papel teniendo en cuenta que se trataba de una de las citas señaladas de la temporada, pues la igualdad fue casi total en la primera mitad (50-47). Bien es cierto, que la superioridad madridista se palpaba, aún y con el arrojo de los hombres de negro. En la reanudación, el Madrid se fue distanciando paulatinamente con las armas características de los últimos tiempos: Campazzo, Tavares y Deck, a los que se unió Llull en el último cuarto.
El Madrid cumplió el trámite incómodo con ciertos altibajos, pues no suelen ser fáciles los primeros partidos de esta competición, a la que todos los equipos llegan con las esperanzas de hacer lo que hizo el Valencia Basket: eliminar a un favorito. Aún así, los blancos deberán mejorar si quieren imponerse en la semifinal, pues su rival es uno de los equipos más en forma de Europa.