La participación de cinco jugadores del Real Madrid en la final de la Copa del Mundo de baloncesto no es una anécdota, sino una conclusión histórica. El legendario vicepresidente de la entidad, Raimundo Saporta, con el apoyo de Santiago Bernabéu, creó la Liga Nacional en España y fue el gran impulsor de la Copa de Europa de clubs en la FIBA (Federación Internacional de Baloncesto Amateur -lo que entonces significaba la A-). A imagen y semejanza de la de fútbol, en cuya creación también el Madrid y ambos personajes fueron decisivos, Saporta presentó en la máxima federación del baloncesto un proyecto del que el club madridista se convertiría en su máximo exponente. Sin duda, el Madrid ha sido el equipo más influyente en el baloncesto continental, lo que ha refrendado en esta década que está a punto de concluir. Que ya casi terminada, Sergio Llull, Rudy Fernández, Facundo Campazzo, Gabriel Deck y Nicolás Laprovittola se presenten como protagonistas de este partido decisivo es la consecuencia de un protagonismo esencial en la historia de este deporte.
El Real Madrid de baloncesto es ya el mejor conjunto del presente decenio. Con las ideas claras para construir un proyecto duradero, Juan Carlos Sánchez, Alberto Herreros y el recién fichado Pablo Laso se pusieron manos a la obra para contratar a los mejores jugadores nacionales disponibles y un estadounidense adaptado a nuestros lares. Los principios claros y el método aprendido, el Madrid de Laso puso en marcha una revolución en el estilo que los espectadores agradecimos llenando cada día las gradas de cada pabellón en el que compitieron. Tras el baloncesto control -baloncesto tostón para la mayoría- los madridistas comenzaron a jugar a velocidad supersónica y pasándose el balón como si fuera un cohete. A continuación, como la consecuencia lógica de un trabajo brillante, comenzaron a caer los títulos de nuestro lado.
Los mandatarios blancos han ido bandeando las retiradas y las fugas hasta completar para la temporada venidera una magnífica plantilla. Con un bloque experto y sincronizado, el progreso de Deck y el excelente rendimiento de Laprovittola al más alto nivel auguran la continuación del mejor juego del continente, el principio sobre el que fundamentar los éxitos que vendrán. Para todos los madridistas, en especial los vinculado con el baloncesto, la de hoy es una ocasión en la que sentir el orgullo de una tradición que en un suspiro será ya centenaria, pero tan viva y próspera que reunirá en la final de una Copa del Mundo a cinco jugadores contratados para la próxima temporada y uno más que se formó en nuestra cantera, el mayor de los Hernangómez Geuer. Una ocasión única para disfrutar de un acontecimiento con el que emocionarse con el baloncesto y, por supuesto, con el madridismo.