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El Madrid liga el doblete


El Madrid rubricó un final de temporada extraordinario en el que dejó patente, sin ningún lugar a la discusión, que es el mejor equipo de Europa. Hay victorias que solo ganan un partido y hay victorias que consiguen títulos; pero hay otras victorias que marcan la hegemonía de un campeón. Estas son las que los anales resaltan con mayúsculas. El Madrid 2017-18 ya es Historia.

La final contra el Baskonia ha sido una de las mejores que este humilde cronista recuerda y quizá con más nivel del que nadie pudo imaginar. Cuatro partidos de tanteos elevados, con defensas atosigantes, al galope y con destellos intermitentes de los grandes jugadores. En esta última circunstancia ha radicado el meollo del asunto: ya que ambas plantillas son largas y de calidad, tarde o temprano, todos los esperados -y alguna revelación, como el baskonista Vildoza, fantástico los tres primeros partidos-, se han unido al festival. Solo hemos echado de menos Shengelia, lastrado por una repentina pérdida de confianza en su tiro exterior y por la presencia del cancerbero más intimidador que haya pisado las canchas europeas en las inmediaciones del aro que defendía el Madrid, Tavares. El pánico que suscita en los ataques rivales no tiene parangón, porque además de su envergadura estratosférica, sus botas de siete leguas acortan las distancias en un visto y no visto. No solo Shengelia ha sufrido el domino del caboverdiano. El Baskonia se ha visto obligado a forzar el tiro exterior en muchas ocasiones, y, solo merced a su gran acierto, se ha mantenido vivo en la batalla.

Pero también el Madrid ha sufrido durante la final, requerido por un rival exigente y un entrenador que cambiaba de planes en función de los vaivenes del partido. Aunque menos apreciable, la partida de ajedrez de Pablo Laso y Pedro Martínez ha revelado la categoría de los grandes maestros.

Por cierto que, las declaraciones del entrenador baskonista al final del partido, dando las gracias a los suyos por el esfuerzo diario y reconociendo la superioridad del rival, fueron ejemplares. Educado, sencillo y sentido, el preparador estuvo, también magistral fuera del banquillo.

Volviendo al tablero de los partidos, y exigido por el rival, Laso se ha visto obligado a mover sus piezas con precisión. Y Carroll ha sido su favorita. En los momentos más difíciles, cuando el equipo se diluía o, cuando se necesita abrir brecha, Jaycee se ha mostrado como un anotador implacable. El galardón de mejor jugador ha sido para Rudy Fernández, superlativo en la final, -¡tanto en ataque como en defensa!-, pero si hubiera recaído sobre Tavares o sobre Carroll también habría sido justo.

Tantos jugadores de calidad tiene el Madrid que van desfilando por los partidos con el paso firme de un ejército sincronizado para derrotar al rival. Casi sin inmutarse, con tranquilidad pero con fiereza, los madridistas, despiadados, entran en batalla con la confianza de que, si no son ellos, tarde o temprano algún compañero acudirá al rescate. Rezuman una confianza colectiva abrumadora, la que destilan los equipos que han sorteado los más difíciles e imprevisibles obstáculos y vencido en mil batallas. Al frente, Laso, astuto, humilde, inteligente, con la sencillez de quien sabe que el éxito es fruto del trabajo y resbaladizo como la cartera de un ministerio en estos tiempos. Su labor al frente del equipo está superando todas las expectativas y centrando su figura como una de las más decisivas del baloncesto español de todos los tiempos. Laso cambió el paso al estilo del juego, hace no demasiado controlado, lento y aburrido, y generó un baloncesto con sabor añejo y músculo moderno. Es él el principal responsable de que hayamos presenciado estos partidos vibrantes y eléctricos en el que los jugadores han desarrollado todo su talento y los espectadores hemos disfrutado como enanos.

El Madrid, en definitiva, ha apuntalado su supremacía indiscutible. En su Palacio, en cancha ajena, contra los mejores de Europa, el equipo de Juan Carlos Sánchez, Alberto Herreros y Pablo Laso ha cerrado una temporada de ensueño. Vadeando uno y mil problemas, la dirección atinada de los responsables del proyecto han estabilizado los vaivenes para navegar con viento favorable casi en cualquier circunstancia. Ajenos al mundo exterior, enfocados en su tarea, el triunvirato del Madrid ha encabezado, una temporada más, un equipo del que todos los madridistas podemos estar orgullosos sin reparos. No se puede pedir más.