Blog

Crisis dinámicas en los equipos de alto rendimiento: el Real Madrid


El Real Madrid de fútbol atraviesa una etapa de profunda incertidumbre. Tras un arranque de curso intachable que prolongó los éxitos de la temporada pasada- derrotó al Manchester United y al Barcelona en la lucha por las supercopas europea y española- el conjunto blanco avanza a trompicones sumido en un desconcierto desconcertante. ¿Cómo es posible que un equipo de alto rendimiento cambie tanto en tan poco tiempo? ¿Cómo se convierte el conjunto que iba a dominar en Europa en los próximos años en uno que pierde con recién ascendidos revelando falta de recursos?

Por supuesto que cuando el rendimiento decae de forma brusca las causas son múltiples, y muchas, por cierto, derivan de vicios que se generan en los periodos de bonanza. Pero, además, junto a los motivos reales los protagonistas suelen filtrar excusas alejadas de la realidad que centran la culpa en el empedrado. El fútbol, tan exagerado para todo, ha acuñado una expresión insuperable: “El balón no quiere entrar”. Mucho más allá del empedrado, que aparece en el dicho como un elemento inerte, el entrenador y el futbolista buscan refugio a su fallo en la voluntad del balón, como si éste tuviera vida propia y quisiera también recrearse-tal vez vengarse por algún motivo oculto, ¡quién sabe!-para truncar el destino del equipo.

Sin embargo, la expresión me parece un hallazgo, pues de puro desproporcionada pone el dedo en la llaga de los buscadores de disculpas. Es tan obvio que el balón no es más que un pedazo de plástico esférico al que los jugadores patean a su voluntad siempre que la voluntad de otro no se interponga, que debería colocar a cualquier observador equilibrado en la situación perfecta para extraer conclusiones muy positivas.

La primera, la más palmaria, ya está enunciada, aunque no sus consecuencias. Las voluntades son las que juegan, no el balón, y las voluntades son las que se imponen, unas sobre otras. Atribuir la responsabilidad del resultado a la querencia de la herramienta y no a la pericia del autor es un pretexto infantil que revela-¡cuidado!- mucha información perjudicial, desde la falta de profesionalidad hasta la impotencia.

En segundo lugar, y más importante si cabe, deberíamos aprender que una descarga de responsabilidad es un síntoma de que algo está fallando. Todo el mundo puede tener algún momento de mala suerte, pero cuando nos quejamos con alguna frecuencia del empedrado, del balón, de los compañeros, del jefe, de los empleados, de la empresa, del cliente o del mercado estamos en un momento crucial. Pero no para volverse contra las brujas del destino, sino para analizar los actos propios. La excusa repetida es una señal de alarma que deberíamos captar y a cuya llamada no podemos dejar de acudir.

Porque, además, y como tercera conclusión, si dejamos pasar por alto esta señal, la pérdida de franqueza con nosotros mismos y la insistencia en la búsqueda de pretextos nos instala en el terreno de la desesperación. Por más que lo intentemos, siempre se interpone la fatalidad entre nosotros y el objetivo. En definitiva, más allá de las carencias funcionales, entramos de lleno en una dinámica negativa, también en el ámbito emocional, o sea, de la motivación.

De forma progresiva pero inexorable, todo lo que antes parecían indicios de que el equipo navegaba viento en popa afrontando los problemas con naturalidad, se convierten en pequeñas frustraciones encadenadas que minan la confianza. Por el contrario si somos capaces de descubrir en nuestra propia excusa una señal de alarma, la reordenación de los planteamientos y de las conductas corregirán los vicios y nos colocarán en una situación desde la que observaremos los avances con sus naturales pequeños retrocesos.

Chechu Biriukov, mi ex compañero en el Real Madrid y en la selección española, nació en la Unión Soviética, hijo de una de los niños de Rusia que salieron de España a muy corta edad a raíz del estallido de la guerra civil española. Junto a su inmenso talento para jugar al baloncesto trajo de Moscú un puñado de útiles refranes que desgranaba en el día a día. Uno de ellos, que parece tener su origen en la afición a la danza que existe en su país, encaja como anillo al dedo en el asunto que nos ocupa y es tan gráfico y rotundo que resulta difícil de olvidar. Dice así: “Al mal bailarín siempre paquete molesta”. Inapelable.

P.D. En la actualidad Chechu regenta el Biriukov Bistró, un restaurante donde se come estupendamente a muy buen precio y en el que el propio Chechu departe con su habitual franqueza y simpatía con los clientes. Es mi amigo.